EL MURAL

 

 Estamos ante un equipo: tres niñas y cinco niños, que quieren expresar de manera colectiva su creatividad y demostrarnos qué son capaces de hacer. Si algo necesitamos los saharauis (ahora más que nunca), es más cultura, más arte. Y por supuesto, más artistas jóvenes que nos iluminan el presente y el futuro.

Pero ¿qué están dibujando? Los cuatro de la izquierda lo tienen claro, porque ya se han puesto manos a la obra. Y los tres de la derecha están en otro tempo. En fase de preparación. No la física, de quitar el polvo, la suciedad del cuadro o elegir los colores y los pinceles. Más bien están sumergidos en un estado más profundo, como si estuvieran meditando. Cada uno hacia una dirección distinta.

La puerta de la biblioteca está medio abierta y a través de ella penetra un sable de luz, que quizás conecte a la niña con el universo de la inspiración.

Acaso los ocho, sin saberlo, están imitando a los grandes muralistas mexicanos. Ojalá. Si van a ser artistas, deberían visitar sus obras. Leer sus biografías y aprender de todo lo que han hecho para la historia del arte de su país y el mundo.

Cuán importante sería que nuestros jóvenes artistas pintaran murales siguiendo la estela de algunos icónicos como El Hombre en el Cruce de Caminos de Diego Rivera, La Marcha de la Humanidad de Siqueiros o El Hombre de Fuego de José Clemente Orozco, entre otros.

¿Os imagináis que dentro de algunos años podamos disfrutar de murales en Smara, Dajla, Bojador, Auserd o El Aaiún? O en nuestros territorios liberados. Gigantescos murales realizados por estos jóvenes u otros, que hacían (que hacen) sus prácticas artísticas en las bibliotecas del Bubisher. Sería genial, sin duda.

Ahora, lo importante es que los ocho desean colaborar con el Bubisher. Y todos ellos pueden ser una parte fundamental para ir tejiendo narrativas orales, escritas o pintadas que permitan reescribir la historia social, cultural y política del pueblo saharaui. Como han hecho en los años veinte del siglo XX los muralistas mexicanos.

Si no se quiere silenciar la memoria de nuestro pueblo, qué mejor que grabar esa memoria en las paredes y en los muros para gritar en alto nuestras voces. Así que, niños y niñas a terminar este y a por otra obra de arte.

Un mural grande que alegre la vista a todos los refugiados y que llene sus corazones de admiración y orgullo.

Liman Boisha

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