EL MUNDO EN MI DEDO

 

Mi dedo en la hoja me ayuda a abrir la puerta. Esa puerta abierta que a veces cruzo sola cuando dejo el miedo atrás, cuando acierto con el sonido o cuando sale solo, porque a veces no lo pienso y sale. Otras veces, necesito que vengas y me ayudes con la manilla.

Por fin sale el sonido que necesito para descifrar la palabra. Esa palabra que me llevará a otro mundo donde todo es distinto: la vida, la mirada, la suerte y hasta mi dedo cambia. El mismo dedo con el que abrí la puerta ahora es otro. Es el dedo que levanto para pedir un taxi y cruzar el desierto.

Con ese dedo señalo al taxista la dirección que debe seguir para llegar al mar y en el mar meto mi dedo para después chuparlo y saborear el salitre, que es la prueba irrefutable de que he llegado hasta aquí.

Aún no he llegado al mar, mi dedo sigue en la hoja, la palabra al borde de mis labios, el taxi al fondo de un viejo garaje.

 

Pero algún día llegaré.

Cruzaré la puerta.

Y el mundo será mío.

 

Pablo Escribano y Ana Rojas

 

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