
Cuando decimos NO, afirmamos más que negamos. Contra lo que ocurre en el mundo o lo que alguien nos propone o las leyes injustas que a diario nos vemos obligados a cumplir, nos afirmamos cuando decimos NO. Nos afirmamos a nosotros mismos y, de paso, proclamamos, ante el mundo, la persona o la sociedad en cuestión, nuestro derecho a negarnos, a no aceptar aquello que no nos gusta.
Cuando un niño pequeño dice NO por primera vez, empieza a crecer como persona, a deshacerse del pasajero cordón umbilical para iniciar su andadura en la sociedad a la que pertenece. Aunque parezca paradójico, con el NO se desvincula de lo que propone o manda el otro para vincularse a un entorno social constituido, precisamente, por la negación, la crítica y el disenso.
Decir BASTA es una forma de decir NO. Pero expresiones como “Ya está bien, hasta aquí hemos llegado, así no podemos seguir”, etc., declaran, además de la negación, el hartazgo ante una situación que consideramos insostenible. Nosotros decimos BASTA a muchas cosas, por ejemplo, al reiterado incumplimiento del derecho de los pueblos a decidir su futuro en paz y en libertad. Y también la naturaleza dice BASTA porque está harta de cómo la tratamos los humanos, estúpidos al no querernos enterar de que el daño que le causamos nos lo estamos haciendo a nosotros mismos. Esta niña saharaui ha leído en las bibliotecas Bubisher el cuento de Agustín Comotto en el que el mar dice basta. Junto a la maqueta que le ha inspirado la lectura del cuento, ella utiliza toda la fuerza de su sonrisa para decirnos que está harta de decir BASTA.
Marcelo Matas de Álvaro






