EL INFINITO EN UN JUNCO

En estos días de duro confinamiento, muchos estamos refugiándonos en esos objetos tan preciados que son los libros. Yo, redescubriendo algunos (hacia tiempo que que no sacaba mis libros infantiles de sus estentarias y me vuelvo a emocionar igual que el día que los adquirí), finalizando por fin lecturas atrasadas que se apilan en la mesita de noche, o sumergiéndome en nuevos títulos que llegaron a mis manos poco antes de vernos atrapados en esta pesadilla que más bien parece un relato de ciencia ficción.

Estos últimos días hay un título que me tiene enamorada y que no paro de recomendar a los amigos, cuando un libro te atrapa necesitas hablar continuamente de él. Se trata de “El infinito en un junco”, de Irene Vallejo y editado por Siruela. La contra del libro nos dice que “Es un libro sobre la historia de los libros… Pero, sobre todo, esta es una fabulosa aventura colectiva protagonizada por miles de personas que, a lo largo del tiempo, han hecho posibles y han protegido los libros.”

Y en mi mente aparecen todas esas personas que están embarcadas en esta aventrura que son las bibliotecas del proyecto Bubisher, todas ellas imprescindibles para poder seguir adelante cada día, creciendo, mejorando… haciendo llegar al desierto el maravilloso mundo de los libros y la lectura. Sin duda, una de las figuras protagonistas de este sueño hecho realidad es la de los bibliotecarios y bibliotecarias que en Dajla, Smara, Bojador y Ausserd cada día abren las puertas de las bibliotecas como quien abre el cofre del tesoro. A esta figura, la del bibliotecario, Irene Vallejo dedica unas palabras de reconocimiento que yo quiero hacer mías como agradecimiento a la labor de esos héroes del desierto: “Cada biblioteca es única y, como alguien me dijo una vez, siempre se parece a su bibliotecario. Admiro a esos cientos de miles de personas que aún confían en el futuro de los libros o, mejor dicho, en su capacidad de abolir el tiempo. Que aconsejan que animan, urden actividades y crean pretextos para que la mirada de un lector despierte las palabras dormidas, a veces durante años, de un ejemplar apilado en una estantería. Saben que ese acto tan cotidiano es en el fondo –levántate Lázaro- la resurección de un mundo.”

Susana Adán

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