Cuando alumnos y profesores se comprometen, lo mismo mueven montañas que almuerzan solidariamente. El Instituto Cuenca del Nalón de Langreo decidió aceptar nuestro reto, y las chicas y chicos se apuntaron a poner en marcha la máquina de la solidaridad mediante un sencillo mecanismo: Preparar el pincho, el bocata o el dulce más apetitoso para cada uno, y venderlo por un euro en el recreo. Intercambiar, disfrutar, y lograr que el Bubisher siga funcionando un mes más, un año más. Saber que con ese divertido invento miles de jóvenes saharauis van a seguir teniendo las mejores bibliotecas y las mejores bibliotecarias, a pesar de vivir en campos de refugiados.
Y así ha sido siempre, desde hace 17 años El Bubisher nació de un esfuerzo así de los alumnos del San Narciso de Marín, y se ha mantenido así porque los de decenas, cientos de centros educativos y bibliotecas han colaborado con los socios y “teamers” del Bubi para seguir construyendo, reparando biblobuses, comprando libros en español y árabe. Tantos que ni siquiera nos caben en la memoria, así de larga es la lista. Tantas chicas, tantos chicos, tantos profesores y maestros que han saltado por encima de los problemas burocráticos para llevar sus bocatas a buen puerto, tantos centros han adquirido y leído los libros del Bubisher, que si nos juntáramos todos un día llenaríamos un estadio. La memoria es frágil, y miles de jóvenes españoles ya ni siquiera recordarán que hicieron volar al Bubisher, pero así es. Y ejemplos como el del Cuenca del Nalón sembrarán, harán que sigamos, paso a paso.
Gracias, chicas, qué rica esa tortilla, qué ricos los filluelus de tu abuela, chaval. Gracias, Lidia, por cumplir tu compromiso por amor a la cultura.
Gonzalo Moure