EL HEROÍSMO DISCRETO

23 de abril: A las bibliotecarias y bibliotecarios Bubisher

Somos lo que los libros han ido haciendo de nosotros mismos, para bien y para mal. Y para que seamos mejores hacen falta más libros, y por tanto más escritores. ¿Pero cómo va a haber nuevos escritores si primero no hay lectores? Por eso este día del libro lo dedicamos a las bibliotecarias y monitores del Bubisher, que en este instante ponen un libro ante unos ojos por primera vez, leen un cuento en voz alta, fichan un nuevo libro, fundan un nuevo grupo de poesía o de teatro. El heroísmo es silencioso y humilde, o no lo es. Ellas y ellos son nuestros héroes, por los que merece la pena luchar cada día frente a la oscuridad y la ignorancia. Nuestros héroes discretos.

Y hemos pedido a algunos escritores del Bubisher que miren desde aquí hacia allí, que dediquen hoy unas líneas a quienes allí están haciendo nuevos lectores, que es lo mismo que decir nuevos seres libres. Un abrazo en la distancia, o la distancia borrada en un abrazo de palabras. Estos son sus abrazos.

 

¡Ay, de los pueblos sin bibliotecas!

Parafraseando la frase de José Martí, ¡ay, de los pueblos sin escuela! Podemos decir, ¡ay, de los pueblos sin biblioteca! ¡Sin bibliotecas! ¿Cómo sería en esta semana, en este mes del libro la estampa de las wilayas, de los campamentos de refugiados saharauis sin cada bibliobubi y su nido?

Sin la pasión y el esfuerzo de nuestras bibliotecarias y bibliotecarios. Sin las olas de alegría y ruidos y dibujos y silencio y estudio y ganas de aprender de nuestros niños y niñas ¿Cómo serían esas bibliotecas? En el mejor de los casos, almacenes de libros.

¡Ay, de los pueblos sin libros y sin bibliotecas, porque no tienen pies ni tienen alas!

Las alas del Bubisher son lluvia

que reverdece

Liman Boisha

A los bibliotecarios del Bubisher

Sembráis palabras, sembráis sonrisas,
sembráis recuerdos, sembráis historia,
sembráis vida, sembráis certezas.
Sembráis,
quizá no lo sepáis,
semillas de futuro en la arena del desierto.

Ricardo Gómez

 

Yo sé que la Literatura nos salva y vosotros también lo sabéis. Nos salva del aburrimiento y de la soledad, de la desidia y hasta del miedo. En los libros encontramos un refugio y  en vuestras bibliotecas es posible esconderse y hallar lugares remotos con la imaginación. Desde aquí, os envío mis palabras pequeñas, como palomas viajeras, para que os hagan llegar un mensaje de esperanza y de solidaridad en estos tiempos raros. Siempre a vuestro lado en la distancia. Un abrazo.

Rosa Huertas

Lo que soñaba sonaba

Saida soñaba con una casa de paredes firmes y altas. Una casa que tuviera un techo donde golpeara la lluvia. Soñaba con el sonido del agua, el sordo goteo sobre los charcos. Cerca de su campamento había un río donde chapoteaban los niños. Dentro de la casa también había un río. Palabras que fluían de las páginas de los libros. Sonaban en la boca de la gente que leía en voz alta. También en su cabeza. En su cabeza que soñaba, sonaba el río de las palabras del mundo.

Marcelo Matas de Álvaro

 

En la entrada de la jaima

un camión para un momento.

Abre sus puertas al sol,

todo se llena de cuentos.

Ha llegado el Bubisher,

viene de otro campamento,

trae libros para leer,

oasis en el desierto.

 

Raúl Vacas Polo

 

Sentada contra la pared de adobe, la niña lee. Sus ojos se levantan de las páginas y miran extrañados el horizonte de arena. Sobre él se vuelca el cielo ancho y pesado, deslumbrante. El polvo flota en esa extensión pedregosa. Brahim corre hacia ella, pero cuando está cerca se detiene de golpe y sigue la mirada de la niña. Allá donde acaba, solo encuentra el horizonte vacío, la arena en el aire, la anchura inhóspita de la hammada. Y, sin embargo, en las pupilas de la niña hay un misterio, un asombro. Él no sabe qué hay allí dentro, pero esos ojos están poblados, rebosan de cosas que suceden en ellos. Brahim se pregunta qué verán esas pupilas si todo lo que les rodea es arena y piedra, es la luz amarilla que se enreda con el viento en las pestañas. Y piensa que es como si allá, en el horizonte, se levantara un ejército de caballos, una marejada, una ciudad secreta. Cosas maravillosas. Porque la niña sonríe brevemente antes de inclinar la cabeza y volver de nuevo al libro. Brahim se sienta junto a ella, lee y entonces comprende.

Mónica Rodríguez

 

En blanco y negro un ave

envuelta en augurios y en el viento,

vigorosa por suave,

lectura y pensamiento

extienda en paz, sobre tu campamento.

Gonzalo Barrena

 

 

«Cada vez que una mano infantil abre un libro por primera vez en una biblioteca Bubisher, se activa una bomba de relojería. Una bomba llena de luz, para sí y para todos los demás.»

Gonzalo Moure

 

 

 

 

 

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