EL BUBISHER POR GONZALO IRIBARNEGARAY

El Bubisher, el pájaro de la suerte, alzó el vuelo sobre las arenas del Sáhara, rumbo al sur, bajo un sol que teñí­a de rojo las numerosas dunas argelinas. En aquel mismo instante otro Bubisher, éste un camión cargado de libros, partí­a a dos mil kilómetros de distancia, y también rumbo al sur. Cruzó la pení­nsulaIbérica, el Mar Mediterráneo y, después, rodó sobre el asfalto argelino hacia el interior del desierto. Sus paredes lucí­an un dromedario, unos libros, una bandera de la república saharaui y, cómo no, el colorido retrato de un enorme pájaro de la suerte. Su interior lo habitaban varios voluntarios y un proyecto cargado de ilusión, una utopí­a hecha realidad, un afán de ayudar a un pueblo a través de la cultura, el canal que sus impulsores mejor dominaban. El camión y el pájaro avanzaronsobre el Sáhara, por unas tierras cada vez más áridas, rodeados de unos preciosos tonos ocres que, sin concesiones, excluí­an de todo rincón a la vida, al verde. El objetivo de ambos, alcanzar a un pequeño pero fuerte pueblo, el saharaui, que, abandonado a su suerte, luchaba por conservar su identidad, por recuperar un territorio perdido treinta y cinco años atrás al huir por el desierto. Tras varias jornadas el Bubisher, el camión, llegó a su objetivo, los campamentos de refugiados limí­trofes con territorio marroquí­, mauritano y, también, saharaui, pero dentro del espacio argelino, protegido, dondetreinta y cinco años atrás, tras huir por delante del ejército marroquí­, las autoridades de este paí­s les permitieroninstalarse, un entorno inhóspito, alejado de cualquier civilización, en un clima en el que la lluvia resultaba un acontecimiento extraordinario. El otro Bubisher, esta vez el pájaro de la suerte, también llegó hasta allí­, sorprendido de encontrar semejantes asentamientos en mitad de la nada, entre gigantescas extensiones de arena, rodeados por el mayor desierto del planeta. De pronto encontró al camión con su dibujo y se posó en él, expectante, ansioso por conocer. Desde allí­ observó las pequeñas construcciones de adobe y uralita, frágiles ante un siroco que a veces soplaba despiadado, los cielos azules desde donde el sol, brillante y poderoso, arrojaba sus abrasadores rayos, los corrales de los sedientos dromedarios y cabras, una maraña de hierros y palos, los pequeños bidones de agua, a veces transportada en cisternas para abastecer a decenas de miles de personas, los áridos campos en los que el cultivo era un sueño, la arena, la arena infinita… Sin embargo, y a pesar de todas las penurias del exilio, encontró a los saharauis como un pueblo hospitalario, alegre, orgulloso,colorido, generoso y amable, con una estructura social sólida y organizada, una educación notable y una sanidad para todos los públicos. Eso sí­, todo pendiendo de la fragilidad de un hilo tejido por la solidaridad internacional, de un sentimiento de apoyo compartido por ciudadanos de todo el planeta, pero sin el compromiso firme de sus gobiernos para desatascar un conflicto que, si no, perdurará para siempre. El camión comenzó a rodar por las arenas interiores de los propios campamentos, convertido en un bibliobús del desierto. El pájaro continuó sobre él, observando las carreras de los niños cuando visitaban las escuelas, luchando por entrar los primeros en el extraño camión, con un interés inusual por conservar el idioma que compartieron sus padres con un paí­s que, en su dí­a, fuera una potencia colonial asentada en su territorio, un idioma que, sin el apoyo adecuado, corrí­a y corre el riesgo de evaporarse de la cultura saharaui. Y así­, el Bubisher se convirtió en un complemento en la educación de los pequeños saharauis, un camión didáctico donde su peculiaridad y la simple presencia de los voluntarios españoles estimulaban la atención de unos niños ilusionados por escapar de la rutina. Después vinieron los diálogos nocturnos, donde los adultos conversaban en unas tertulias que, también, fortalecí­an su castellano, conversaciones junto al bibliobús y bajo los poderosos cielos estrellados del desierto, donde la nostalgia y la esperanza aparecí­an una y otra vez, sobre todo entre los más ancianos. Y pronto el Bubisher pasó a ser un proyecto mixto. Los voluntarios españoles ya no estaban solos. Dos jóvenes saharauis se convirtieron en la columna vertebral allí­, sobre el terreno, en una transición que aún continúa. Y poco a poco fluyeron la lectura, la escritura, las conversaciones, los juegos y, también, a muchos kilómetros de los campamentos, más allá del mar, la colaboración de numerosos españoles, algunos desde la distancia, y otros ansiosos de viajar hasta allí­ con el afán de conocer y ayudar a unas personas que, aunque se nos olvide, fueron nuestros conciudadanos pocas décadas atrás. Afortunadamente, las andaduras del Bubisher continúan consolidándose, creciendo, intentando introducirse en nuevas áreas, abrirse un futuro: quizá con una biblioteca estable, quizá reproduciéndose en nuevos Bubisher que vuelen y alcancen a los diferentes campamentos que, alejados unos de otros, impiden que el único bibliobús existente contacte con una mayor población. Bonito serí­a ver a un pací­fico ejército de camiones coloreados transportando cultura por las arenas de los campamentos saharauis, como si de una bandada de pájaros de la suerte se tratara.

El artí­culo completo con fotografí­as, en este enlace_

http://www.gonzaloiribarnegaray.com/wp-content/uploads/el-bubisher.pdf

www.gonzaloiribarnegaray.com

4 respuestas a EL BUBISHER POR GONZALO IRIBARNEGARAY

  1. Grande el Bubisher y
    Grande Gonzalo Iribarnegaray por esta gran historia que ya forma parte de este bibliobús.

  2. Lo más bonito es que Gonzalo no llegó como voluntario del Bubisher. Viajó allí­ con su cámara, vio y descubrió. Y esta crónica emociona a los que, desde aquí­, seguimos haciendo posible que vuele el pájaro de la buena suerte…

  3. Soy Julia, da Coruña, sigo sin saber donde tengo que escribir mis impresiones. Encontré este sitio, y con suerte me lee alguien.
    Tengo ganas de que nos encontremos tod@s y hablemos, porque vosotr@s, la mayorí­a, sois gente de intelecto, pero yo soy izquierdista y proletaria, y si me perdonais, me voy a poner un poco cervantina, y en los campamentos creo que ya no se libran batallas contra los "gigantes" y sí­ se quieren hacer más grandes las riquezas de los "molinos"… Lo dejo así­, leerme entre lí­neas por favor. Bicos. Julia

  4. Hola Julia: te leo pero no cojo muy bien el sentido de tus palabras aunque lo he leí­do varias veces.Eres izquierdista y proletaria (tanto gusto). Anda, haz un pequeño esfuerzo de intelecto y explí­camelo mejor…

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