DESPUÉS DEL VIAJE

Uno se va para volver. El viaje de ida es esperanzado, mantiene en perspectiva la promesa de lo porvenir, pero el de vuelta es costumbre, confianza en la llegada a lo ya conocido. El de ida es duda, el de vuelta es certeza. Y los dos son importantes. Imprescindibles, como el pescador que al amanecer se echa con su barca al mar con la esperanza de hacer una buena captura, para después volver con la seguridad de atracar de nuevo su barca en el muelle. Entre lo imprevisto y la rutina se mueve la vida. Entre lo desconocido y lo acostumbrado, entre lo distinto y lo habitual, entre la extrañeza que nos despierta el asombro y la ordinaria sucesión de los días encontramos el camino necesario para vivir. Pero, al igual que en el viaje también hallamos momentos de serenidad y de apaciguamiento, en la cotidianeidad de este septiembre que comienza mantendremos la ilusión que deben despertar todos los días por venir. Nos acompañarán las puertas que se abren, los corazones que se abren, las bibliotecas que se abren, los libros que se abren para contarnos una y otra vez que nadie vuelve nunca al mismo sitio después del viaje.

Marcelo Matas de Álvaro

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