DE LA BUENA GENTE QUE VA A LOS CAMPAMENTOS

Vinieron a ver bichos, por algo son veterinarias. Como muchos voluntarios y voluntarias, querían echar una mano en un mundo exótico y hostil, en el que tantas cosas están por hacer. En su caso, vacunar cabras, ponerles pendientes en las orejas para identificarlas y hacer un seguimiento de sus vidas caprinas, asesorar a pastores y a familias sobre alimentación y contagios… Venían a hacer cosas de cabras, de dromedarios, de bichos varios.

Ya estaban allí cuando llegamos. Nos arrolló su simpatía, su pasión, su empuje. Nos encontrábamos por las tardes y nos contaban cómo tumbaban animales, cómo les extraían sangre, cómo los crotalaban, cómo ayudaban en los partos… Llegaban cubiertas de polvo y malolientes, pero media hora más tarde, tras la ducha, aparecían radiantes y felices. Comprobamos pronto que eran divertidas y listas. Ellas nos hablaban de huesos, de operaciones, de enfermedades, de contagios. Bromeábamos con todo ello. Empatizaban con nuestros juegos de palabras, con etimologías, con anécdotas de la vida en los campamentos de hacía años. Soportaron con entereza e interés que les habláramos del Bubisher, de las bibliotecas, de libros, del abies… 

Al final, fueron cómplices. Cargaron cajas de libros, nos recordaban lo que olvidábamos, nos deseaban buenos viajes y se pasaron varias veces por la Biblioteca para hablar a los niños de sus cosas, cosas de cabras que también son cosas de humanos. Hicieron reír, captaron su atención, jugaron con ellos, y acabaron seducidas por esa corriente de empatía y solidaridad que solo se produce en compañía de historias, juegos y libros. Acabaron convirtiéndose en unas de las nuestras. 

Cuando nos despedimos, ellas se quedaron, y ya advertimos que las echaríamos de menos. Así ha sido. Hemos mantenido contacto, compartido anécdotas y fotos. Son la mejor muestra de la corriente de voluntarios que va a los campamentos saharauis con entusiasmo, alegría y ganas de compartir. ¡Gracias por vuestro trabajo y todo vuestro cariño, Alba, Maite y Amaya! Ya estáis de vuelta. Seguro que, allí, cabras y humanos os echarán de menos. Por aquí también… 

Ricardo Gómez

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