DÍA DEL LIBRO ¿INFANTIL?

Hace pocos días se celebraba en Cádiz el Congreso de la Lengua Española. Los convocados eran escritores, lingüistas, académicos. Que sepamos, ni una esquinita para el libro infantil. Es decir, para la literatura que se convierte en semilla de las nuevas generaciones de lectores. Lo saben muy bien nuestras bibliotecarias: sin ellos, sin los libros que leen en las escuelas y en las bibliotecas del Bubisher, el futuro sería un yermo, una hammada de la lectura. Ni el Principito, ni Pippi, ni Alicia, ni Celia, ni Guillermo, ni Frederick, Elmer o Nadarín. ¿Es que consideran los campanudos académicos que “eso” no es literatura? Tal vez les asusta que los niños no caigan en la trampa de pensar que el importante es el Autor, que ellos se queden con el personaje, con el cuento, con eso tan mágico que hace que las rayitas y círculos de las palabras se conviertan en aventuras, en bosques, en mares y piratas, en animales, en personas, en amistad, en risa, en miedo, en amor. Y no, que nadie diga que el libro infantil es un entrenamiento para la verdadera literatura. Es literatura. Viaja con tu mente a uno de los jardines del Bubisher, asómate sobre el hombro de una niña que lee Aladino o Arena y Agua, escucha sus pensamientos, siente sus emociones. El día del libro infantil es el día del futuro.

 

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