Empieza el verano. Los niños, de la mano de sus familias, se desplazan a Tinduf, a un apartamento básico, pero con aire acondicionado, o a un oasis de Mauritania. Los que pueden, que en todas partes cuecen las habas de la desigualdad. Huir del sol, que golpea como un mazo a quien osa desafiarlo. Salvo a esa niña de Smara, que como tal vez no puede ha inventado la sombrilla y lo desafía con su vestidito verde. Es una sombrilla recortada, pero seguro que ella se siente así más fresca, a la sombra: mirad la sombra. El verano allí es el del lagarto y la lagarta lorquianos, suspendiendo toda actividad, con sus delantalitos blancos. Esa sombrilla es la metáfora más grande. De qué, dímelo tú.