Siempre hay quien duda de la eficacia de las bibliotecas, quien se resiste a creer que a los niños no les atraen los libros, que lo de crecer leyendo es una utopía, cuando no un absurdo.
En Auserd, Alghailani, Ahmed y los niños dinamitan, con su entusiasmo y sus ganas de vivir los libros por dentro, la visión negativa de los apáticos de la cultura.
No solo leen sino que lo pasan de maravilla, no solo aprenden el significado de las palabras sino que absorben como esponjas lo que, en cada libro, queda escrito entre líneas. Disfrutan de su biblioteca y  la integran como algo propio, un lugar donde pensar con los otros es sinónimo de compartir momentos en los que la amistad, la confianza mutua y el respeto a las ideas de los demás se transforman en un código de conducta no escrito, pero respetado por todos.
Las bibliotecas del Bubisher son jaimas abiertas en las que late la maravillosa tradición saharaui de hablar, contar, compartir, dar, respetar. Todo el mundo es bien recibido en ellas y todos cuantos en ellas entran, encuentran la sonrisa permanente de nuestros monitores, la alegría intensa de los niños, la certeza de que ahí, en esa jaima-biblioteca, se respira un aire limpio y envolvente.
La biblioteca de Ausserd no es una biblioteca cualquiera, porque desde la nada ha ido creciendo a pasos agigantados y hoy es conocida por todos los niños del campamento, admirada por quienes la hemos visto avanzar con paso firme y reconocida como un espléndido centro cultural por quienes, estando de paso, la visitan. Y todo ello, gracias al empeño y constancia de dos grandes hombres que luchan día a día por hacerla visible. Y es que tanto Alghailani como Ahmed creen profundamente que las cosas de niños son muy importantes  y hay que abordarlas con pasión y tenacidad.