La enseñanza, o es un acto de amor o no lo es, enseñanza, digo. Y este amor, como todos, se sustenta en dos pilares: la pasión, sin la cual no se puede hacer nada grande, según escribió el filósofo Hegel, en el siglo XIX, y la ternura, sin la cual no se puede hacer nada bonito, según escribo yo, ahora mismo. Si pone eso, pone todo quien enseña: el apasionamiento por y con lo que enseña, y la ternura por y para quienes enseña. El apasionamiento motiva, contagia a las niñas y los niños; la ternura es correspondida por ellos, que se sienten queridos. Así, se van estableciendo relaciones amorosas, con mucho para compartir: lecturas, juegos, charlas, ilusiones…cultura.

Así, los que el Bubisher, ese pájaro mágico ha trenzado en los campamentos de refugiados saharauis, son nidos de amor, donde se enseña y se aprende con pasión y con ternura.

Fernando Llorente