CINE Y CULTURA: HAGAS LO QUE HAGAS, ÁMALO

 

 

La vida no es como la has visto en el cine, la vida… es más difícil

(Alfredo, a Totó en Cinema Paradiso)

 

Observando estas preciosas imágenes de los nidos del Bubisher repletos de niños viendo cine, me viene a la cabeza la del pequeño Salvatore en la cabina de proyección del Cinema Paradiso, su sonrisa y su capacidad de soñar.

Si Giussepe Tornatore hubiese nacido en los campamentos, a buen seguro habría disfrutado con el Fisahara, se habría enamorado de las imágenes que, a cielo abierto, caerían sobre su fantasía. Y, por qué no, habría llegado igualmente a ser un gran director.

Y es que, como dijo el poeta Aute: cine, cine, cine, más cine, por favor, que todo en la vida es cine y los sueños cine son. No puede haber mejor definición para lo que cada año tiene lugar en este apartado rincón de la hamada argelina: la magia del cine y el genio de la gran pantalla que forma el cielo del desierto caen sobre las cabezas de esos niños que dan rienda suelta a su imaginación y se convierten en protagonistas de las más variadas historias; si en el Bubisher, con los libros, ya son capaces de volar bien alto, durante estos días, el cine no solo les da alas, les llena de energía y les permite hacer lo que otros niños del mundo pueden hacer con total normalidad, soñar con sus héroes, emocionarse con sus aventuras, reírse con sus ocurrencias…ser más niños si cabe.

Algunos pensamos que el cine comparte con el Bubisher aquello que dijo el cineasta francés Eric Rohmer: El cine es pedagogía a 24 imágenes por segundo. Y, por tanto, cultura. Y si la etimología no miente, tanto cultura (relacionado con el cultivo, con la protección) como pedagogía (llevar a los niños, cuidarlos) son dos de los elementos presentes y más importantes en estos dos proyectos que conviven estos días en los campamentos, el cine y la lectura. Los niños aprenden a ver un libro y a leer una película, a ver realidades y a soñar ilusiones, a saber quiénes son y quiénes les dejan ser y, sobre todo, quiénes quieren ser.

Esos sueños no se los puede arrebatar nadie, no se los va a arrebatar nadie, los dioses del celuloide y de la imprenta, testigos y jueces de la Historia, caerán sobre quienes lo intenten y esos niños que leen películas y miran libros no se van a conformar con ser otro Antoine Doinel, playa a través, buscando un mar que parecía más un paredón.

Y yo, lo siento, Luis Eduardo, no quiero pedir perdón por confundir el cine con la realidad.

Javier Bonet

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