CASIOPEA

 

CASIOPEA: ¿será que me he quedado sin hogar?

Es esta una mágica y magistral canción con ribetes astronómicos y mitológicos, pero con un claro trasfondo político. El propio Silvio Rodríguez ha mencionado en repetidas ocasiones el tema del exilio como idea preponderante de la misma: “el tema de los exilios, todos somos exiliados de algo; la misma vida se encarga de exiliarnos de sitios como la niñez. ¡Qué elemental y qué controvertido!”.

Intentemos escuchar la canción y atrevámonos a leerla en clave saharaui: Casiopea se nos presenta como un Sáhara lejano del que nos hemos ido en nave espacial, del que nos han expulsado, y al que queremos volver tras fatigoso viaje, trabajando todos juntos (“como una gota fui de la marea, la playa me hizo grano de la arena”) y arrimando todos el hombro, como un pueblo unido al que le piden paciencia y confianza en el futuro (cumplí celosamente nuestro plan: por un millón de años esperar”).

Un millón de años, 47 años, es demasiado tiempo para esperar, los sacrificios que conlleva el regreso son demasiado duros; si los dioses obligaron a Casiopea y a su esposo, el rey Cefeo, a sacrificar a su hija Andrómeda, a los saharauis, otros dioses menos celestiales pero igualmente injustos y despiadados, les siguen imponiendo castigos similares y en ese plan celosamente cumplido no se vislumbra ningún Perseo liberador. O eso parece al menos (“hoy llevo el doble dando coordenadas, pero nadie contesta mi llamada. ¿qué puede haber pasado a mi señal?, ¿será que me he quedado sin hogar?”) Nadie responde, ¿seguirá existiendo Casiopea o no?, ¿nos hemos quedado sin patria? Nosotros seguimos en nuestro viaje interestelar, a duras penas, confiando en que no sea así (“hoy sobrevivo apenas a mi suerte, lejano de mi estrella, de mi gente) y confiando en los míos, queriendo ver mi futuro en mi mundo, en mi tierra (“el trance me ha mostrado otra lección: el mundo propio siempre es el mejor”).

Aunque los dos últimos versos están cargados de pesimismo y parecen ceder al desaliento y a la desesperanza (“me voy debilitando lentamente, quizá ya no sea yo cuando me encuentren”) estoy seguro de que Silvio conoció a muchos perseos cubarauis en su isla y sabe que por muy lejos que esté Casiopea y por muy malvados que sean los dioses actuales, la nave regresará, más pronto que tarde, a casa.

Javier Bonet

 

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