CALOR

La ola de calor que asola Europa es casi imposible sin el cambio climático, dicen los expertos. Pongo el ventilador, miro la temperatura: 32 grados. Escucho pero no oigo pájaros. Ni olas de mar, solo el zumbido de una moto que pasa. El siseo de la tarde dentro del calor. Esto es cosa nuestra, me digo. Y antes de que termine el pensamiento entra un mensaje en mi móvil. Es Amaina, la chica saharaui que convivió con nosotros tres veranos hace años, cuando era niña. Voz: ¿Qué tal? ¿Cómo estáis? ¿Estáis bien? Yo estoy bien. ¿Allí calor? Aquí muucho calor. Y extiende la “u” y la oigo resoplar y el mensaje se acaba. Tecleo en el ordenador: «Temperatura El Aaiún, Tinduf, Argelia». Leo: «Ola de calor sin precedentes. 50 grados.» No puedo imaginar el sofoco del aire, el suelo pedregoso y ardiente. La luz abrasadora. Allí sí que no habrá pájaros. También eso es cosa nuestra. Aprieto el símbolo del mensaje de voz. ¿Y qué haces, Amaina? No tarda en llegar la respuesta. Nada. Espero. Y yo sé que eso es lo que llevan haciendo demasiado tiempo los saharauis, esperar. Y ahora ella también espera: la noche que alivie el calor, el mar que les pertenece, el pájaro que dará refugio a su espera. Porque ese pájaro, el bubisher, está a punto de terminar su nido en el Aaiún para dar aires nuevos y frescos a través de la lectura. Y eso es también cosa nuestra. Luchar contra el cambio climático, luchar contra el abandono de los pueblos, contra la injusticia. Inundar de pájaros la espera.
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El curso que viene se inaugura la quinta biblioteca del proyecto Bubisher, en el campamento de El Aaiún.

MR

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