ASAMBLEA ANUAL DEL BUBISHER: CARGAS DE PROFUNDIDAD

Hay que estar loco. Dedicar tanto tiempo, tanto gasto, tantas palabras, a luchar por el derecho a la cultura de un pueblo olvidado y casi residual para la clase política española y la comunidad internacional, tiene que estar diagnosticado como demencia sin paliativos. Y lo es. Una maravillosa locura.

Una vez al año nos juntamos para analizar y programar, pero sobre todo para sabernos, para mirarnos cada uno en el espejo de los otros extraviados que aún creen, creemos, en el compromiso y la lealtad, en el derecho universal y sin excepciones a la cultura, única llave para la libertad individual y colectiva. Si nuestro amnésico estado dimite, nosotros no. Van ya quince asambleas, cada vez más gozosas y menos complicadas. Atrás quedaron los debates y las momentáneas pérdidas de rumbo. Atrás quedaron quienes no supieron o pudieron aguantar el ritmo. Aunque, a decir verdad, fue la conclusión de la primera asamblea, aquella del Patio Maravillas: hacer de la quijotesca propuesta española inicial un proyecto saharaui al que solamente tuviéramos que sumar nuestra fuerza organizativa y financiera, gracias a tantos y tantas personas anónimas, tantos y tantos libros vendidos, colegios visitados. Y desde entonces hemos cumplido, más allá de lo que entonces pocos se atrevían a soñar: estar en cada uno de los cinco campamentos con un vehículo y una biblioteca (hermosa, limpia y lúdica) fija. Y estar con respeto a su tradición y su cultura, estar de la mano de los propios saharauis, desde el presidente hasta el último guardián.

Pero nos reunimos no para felicitarnos unos a otros, sino para profundizar. No basta con abrir cada mañana y cada tarde, no basta con acudir cada día al menos a cinco centros escolares y otros tantos barrios alejados de la biblioteca. Hay que dar contenido, y con el contenido bien pensado y programado. Hay que saber sugerir que las cinco bibliotecas se atrevan a generar una ola cultural que llegue a cada jaima de cada campamento. Que las bibliotecas se llenen de actividad como vacuna contra la pena estéril, contra la inmóvil paciencia, contra la desesperanza. Solo de esa ola brotará la espuma de nuevos escritores y poetas, de artistas, de nuevos “locos de las botellas”.

Tan locos como nosotros, que acudimos a la asamblea contentos, sí, pero sobre todo dispuestos a inventar y armar nuevas cargas de profundidad.

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