Ahora que nuestro gobierno (nuestro, sí) ha vuelto a decepcionar al pueblo saharaui, condenándolo (o queriendo condenarlo, que ya se verá) a vivir bajo la babucha de un rey feudal, ahora que las razones de estado parecen más importantes que las del corazón e incluso que las de la legalidad internacional, la respuesta ya no puede ser la de siempre, la de la avalancha de artículos y declaraciones bienintencionadas, que firmamos y escribimos, pero que no van a cambiar nada. Más que nunca, es la hora de la gente, ya que los de arriba no la representan. Vuelve uno los ojos de la memoria a los desvencijados aviones argelinos rumbo a Tinduf, y no puede sino admirarse por tanta y tanta gente que sigue sosteniendo la mano de nuestros amigos saharauis. Empezando por los gestores de Vacaciones en Paz, que este año reanudan su programa, la lista es interminable: Ingenieros sin Fronteras, las decenas de misiones médicas que sacrifican sus vacaciones para curar y cuidar, Bomberos sin fronteras, payasos, creadores de huertos, Sáhara Mágica, laboratorios, desminado, la Escuela de Cine, la de Música, la de Arte, Artifariti, Sáhara Maratón, Fisáhara y su increíble labor de difusión y apoyo al cine local, todas las familias que comprometen su presupuesto anual por ir allí a abrazar y a dormir bajo las estrellas, maestros y enseñantes en prácticas, antropólogos como Andoni Sáenz de Buruaga o Juan Carlos Gimeno…

Seguiríamos y seguiríamos, y siempre olvidaríamos a mil. Desde aquí, desde Bubisher, que abre sus bibliotecas a todos ellos para realizar sus actividades, llamamos a redoblar todos esos incontables esfuerzos personales, como nosotros seguiremos haciendo posible el funcionamiento de los cinco bibliobuses y las cuatro bibliotecas, y quién sabe, muy pronto el arranque de las obras para la única que falta, la de El Aaiun. Porque ahora que nuestros políticos flaquean, la enorme fuerza de la solidaridad de la gente tiene que crecer. Con más energías que nunca.