AC / DC

El otro día me reí mucho cuando, a través de una pantalla, una amiga me hablaba del nuevo significado de las siglas A.C. y D.C.: antes y después de la COVID -19.

Estamos en el momento D.C. aunque aún no haya acabado, ¿no?… No estoy segura de la nomenclatura adecuada, pero sí que sé que hoy he empezado una nueva época, y es que, después de más de dos meses, he visitado mi primera tienda más allá del supermercado de mi barrio. Hoy he ido a una librería.

He elegido el centro social librería La Pantera Rossa, con el colaboré con un vale de www.todostuslibros.com que me quemaba en las manos desde hacía días.

La excursión no ha sido fácil. Salir de casa ahora mismo implica un avituallamiento curioso, coge la mascarilla, coge el gel, ¡no te olvides las llaves!, sólo me falta meter un test rápido en el bolso…  Una vez en la puerta, creo que me he puesto hasta nerviosa, no sé si por volver, o por hacer bien todo el ritual de limpieza, desinfección y centrifugado.

Curiosear ahora dentro de una librería es complicado, claro, pero yo, fan total de las listas, iba bien preparada y llevaba escrito, hasta con su ISBN, lo que quería llevarme o encargar. Y un libro de esa lista es el objeto de tanto preámbulo. Porque el hecho de que un libro esté el primero en una hoja de papel, en tu primera visita a la librería, en tu nueva vida, normal o anormal, que yo ya no sé, tiene su mérito.

El libro en cuestión se titula Los problemas de pingüino, de Jory John y Lane Smith, publicado por la editorial Alba. Lo recomendó Lara Meana en un seminario que hice hace unos meses, ya sabéis, los felices días de la época A.C., y me gustó, porque, así entre nosotros, yo a veces también soy un poco pingüino.

El pingüino protagonista de esta historia tiene un día difícil. Todo le molesta: todo lo que le rodea y todo él, en general. Y es que, como cuenta la reseña de la editorial, en la Antártida hace muchísimo frío. Y no le gustan ni la nieve ni el frío. Tampoco le gusta ir a pescar porque los depredadores le intentan cazar, ni ser igual que los demás pingüinos y, para colmo, le gustaría volar, pero no puede…, vamos, que según el pobre animalillo su vida es un asco, y no deja de quejarse por todo ello.

Si tú estos días, aunque sea en bajito y con la almohada, te has quejado por poder salir y por no hacerlo, por tener que agenciarte un chándal para hacer deporte, porque se había acabado la levadura en el supermercado, porque los adolescentes han dado con el recóndito parque de debajo de tu casa para compartir caladas, porque la policía de balcón chillaba mucho…, también eres un poco pingüino. Pero no pasa nada, lo que ocurre en la Antártida, se queda en la Antártida. Y, además, ahora puedes redimirte para dejar de ser un gruñón, bájate a la librería más cercana, compra un par de libros, y el rey pingüino te librará de todos tus lamentos.

Palabrita. Conmigo ha funcionado.

Beatriz Navarro

 

 

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