Aparentemente no es mucho. Un banco de madera, donde antes había un banco de cemento. Nada más, pero hoy se han sentado en él decenas de niños y demás lectores de la biblioteca de Bojador. Pronto serán centenares los que se hayan sentado en él, y con el tiempo miles. Nadie se preguntará quién hizo la obra, ni menos aún quién puso la madera, pero todos estarán más a gusto, sin saberlo. Nosotros lo sabemos. Se llama Patxi, está ahora mismo en alguna de las otras dos bibliotecas del Bubisher, arreglando y haciendo mejoras en otras pequeñas cosas: ventanas, cristales, tiradores de las puertas… Y como en Bojador, nadie se preguntará quién lo hizo. Patxi está con Esti, dos voluntarios para las aulas y los bibliobuses, pero también para carpintería, para lo que haga falta.
Y todo, cada adobe, cada cristal, cada ordenador, cada libro, cada estantería, cada ficha, cada bombilla, fue puesta por alguien. Un proyecto que ya ha cumplido ocho años, detrás del que hay cientos de “patxis y estis”. Y lo que no se ve. Los cuentos que se desgranaron, todos los dibujos, todas las poesías escritas en los clubes de lectura, todos los libros leídos. Como gotas de un torrente precioso: insignificante cada una, pero necesarias todas.
Eso nos ha recordado en esta pequeña foto Patxi: el orgullo casi anónimo por todas las pequeñas cosas.







