AZAWAN Y LA TABLA APERIÓDICA

 

Genocidio, hambruna, odio, migraciones forzadas, crestas de calor, columnas de humo, inundaciones, temblores, grietas. Dolor. Existen, en presente, sintiendo la literalidad. Son reales como un grito. Tienen nombres, apellidos y cuerpos, miles ya inertes por la promesa de, o a, un ente superior sobrenatural que cambia de pasaporte a su antojo.

Sujetas a las mismas agujas del reloj: superproducciones, macrofestivales, piscinas sin límite, compuestos sintéticos comercializados en kilogramos de proteínas, cortisol o autobronceador, dependiendo de la moda impuesta en la región. Postres milimétricos en platos dorados cien veces por, o a la inversa, en función del canon dictado. Ruido filmado, firmado y enmarcado en formato 9:16/16:9.

¿Cómo salir del bucle? ¿Estamos condenados a repetir el patrón?

Hay varias versiones de la tabla periódica a lo largo de la historia. En tríada, en espiral… hubo incluso quien plasmó los átomos en pentagramas, a modo de octava musical. La tabla Aperiódica, sin embargo, no existe, se podría inventar y ahí vendría el relato: “Azawan y la tabla Aperiódica”.

La teoría indica que he de esperar a que esta luna gibosa esconda su buzón y asome de nuevo la ranura donde meteré éste u otro sobre sin destinatario concreto pero con un destino claro y justificación. A menudo tengo la sensación de que hay demasiado peso subido a unas manecillas que parecen apuntar al centro de la esfera, camuflándolo en progreso. El progreso deja de serlo cuando éste bloquea su propio acceso. No podemos esperar. No podemos porque abrasa, muy a mi pesar, como arrasa el olvido estival en esta inmensidad digital. Y, aunque sea agosto, si tenemos que multiplicar líneas para volver a la ósmosis, añado la X y marco casilla, aquí sí.

Al menos, en esta paradoja, justo se ilumina la pantalla y escucho tu mensaje con voz tranquila desde la hamada, donde escasea el neón, se derrama el mercurio y rebosan las ganas. Ganas de que llegue septiembre y las bibliotecas vuelvan a abrir brazos, libros y bisagras. Leo las entradas recientes de Bubisher y visualizo sus caras: Suadu, Fernando, Mónica, Bachir, Gonzalo, María José, Javier. Contesto a tu pregunta, Marcelo: ahora mismo elegiría “El enemigo”, el libro de Davide Cali y Serge Bloch.

Y mientras, aperiódico, Brahim sigue buscando y rebuscando en el saco de lenguajes universales:

“Los libros son elementos convertidos en iones. Los que permiten la comunicación. Los que despolarizan. Los que generan un potencial de acción(es).

Aunque ahora no lo vean, desde su comodidad y plenitud aparente, entenderán los gases nobles que compartimos protones. Y para evitar repeticiones, daños nucleares u otras reacciones, se habrá escrito. Se ha escrito ya. Se escribirá hasta la saciedad. Hasta que se entienda. Hasta que se mire lo que ahora solamente se ve. Hasta que se lea. Hasta reflejar. Hasta que se sienta.

¿Para qué sirve esta biblioteca? Para entender osmolaridades, concentraciones, para indagar en su realidad. Para que nuestros átomos formen moléculas ensambladas en canales, los que generan la permeabilidad de esta membrana amurallada. Para transferir electrones y convertirlos en ion, con su singularidad. Para traspasar el umbral y crear un impulso. Y aunque parezca que la sensibilidad riña con la habituación al estímulo, las letras se enlazan creando una red que actúa de lente, velando por que nuestras retinas no se acostumbren a tanto “flash”. Con un poco de fortuna, cuidarán también en segundo grado a las de la vecindad.

¿Y si la clave está en lo inesperado y a la vez nace desde el conocimiento, sentido y sentimiento, como sucede con el Azawan saharaui? Azawan, podría ser el nombre del primer elemento de la tabla Aperiódica, el “Oh” de esta historia. Explicaremos a la avaricia que no intente minar en ella, los elementos de esta tabla no se pueden explotar ni precisan nombre.

Hasta entonces y para siempre, Azawan: don para la improvisación musical. “Aun cuando los ritmos tienen ciertas estructuras fijadas, las mujeres saharauis improvisan sobre el Tbal” (https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6487160). Ahora, al mismo tiempo, leemos también lo que ya leía Mariem Hassan.”

María Pedraza

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