30 CÉNTIMOS

Hace un par de semanas, en Santiago. En una charla, ante un nutrido auditorio, hablé del origen del Bubisher. De aquel niño que levantó la mano y dijo “Por qué no llevamos un bibliobús al Sáhara”, de cómo le dije que era buena idea, pero nada fácil. De que él dijo que no, que no era fácil, pero que él y sus compañeros ahorrarían dinero todo el curso para conseguirlo. De que cuando volví, meses más tarde, me dieron lo que habían juntado entre todos; nada menos que 3.000 euros. Dije también que me dijeron que cada semana cada uno de ellos depositaba 30 céntimos en una caja, en cada clase. El que quería, claro. Y de su paga, no valía pedir los 30 céntimos en casa, a mamá. Cuando acabé la charla algunas personas se acercaron al estrado. Entre ellas Andrea. Nos hicimos esta foto. Y ella me dijo: Yo soy una de las niñas de los 30 céntimos, ahora soy maestra. Nos abrazamos, unos 17 años después. Por fin. 30 céntimos que pueden cambiar el mundo. Nadas menos.

Gonzalo Moure

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *