EL BUBISHER EN EL AAIUN. EL BIBLIOBÚS DE LA ILUSIÓN

 

Apenas dos meses después de empezar a rodar por el campamento de El Aaiun, Hamada y su bibliobús ya han tenido a su lado a sus cuatro primeras voluntarias españolas: Amaya, Ainhoa, Salomé y Raquel, de Alouda Cantabria. Y vuelven felices, entusiasmadas.

–Ha sido fantástico para todas, pero después de analizar todo lo vivido queremos subrayar nuestro entusiasmo y nuestra admiración por el proyecto. ¡Adoramos el Bubisher!

Además de trabajar en las aulas y los barrios con Hamada, estuvieron hablando con las familias, grandes y pequeños, para saber de primera mano cómo veían ellos el Bubi.

-Creían que estaba solo dirigido a los más pequeños, así que se han sorprendido y alegrado al saber que también había libros y actividades para más adultos. A chicas y chicos de 15 o 16 años les divertía que a veces Hamada y su compañera saharaui les llevara a veces libros para peques.

El bibliobús está funcionando muy bien, pero aún le falta decoración.

-Al no llevar  aún el logotipo o el nombre del Bubisher lo identifican más por el propio Hamada. Y todos están felices por el préstamo. “Nos presta los libros para dos días, pero si aún no los hemos acabado en dos días, ¡nos los deja otros dos!”

Para las tres voluntarias cántabras es una necesidad la biblioteca fija y el trabajo de clasificación, ya que las urgencias hacen que los libros estén muy mezclados en las cajas, lo que hace difícil la elección de los chavales.

-Y decoración. Imágenes, dibujos, color… ¡Pronto será posible!

Teniendo en cuenta la “queja” por los cuentos “para peques”, en el centro donde estuvieron contaron un cuento más adaptado a su edad.

-Estuvimos muy a gusto, y los chicos disfrutaron un montón.

Y ya en un colegio de primaria se desató el entusiasmo. Tanto que cuando nos interrumpieron porque tenía que empezar la clase de Educación Física, se levantó un enorme “Oooooooh” de decepción.

-¡Estaban entregados por completo!

Mientras tanto, Hamada estaba desbordado, porque durante la actividad en la puerta se agolpaban niños de otras aulas, tratando de entrar.

-El final fue precioso y divertido, casi tragicómico: al salir el camión, decenas de niños persiguiéndolo. ¡Tanto que Hamada tuvo que parar, bajarse y pedirles que se fueran a casa, porque temía atropellar a alguno!

Una primera experiencia con voluntarias que marca ya un capítulo en la breve vida del bibliobús de El Aaiun. ¡Larga vida!

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