KAMISHIBAI EN EL SAHARA

KamishibaienelSaharaNunca imaginé cuando recibí la formación sobre la aplicación del kamishibai en la escuela que esta técnica viajaría a los años conmigo a los campamentos de refugiados y refugiadas saharauis.

Kamishibai significa literalmente teatro de papel. El kamishibai moderno nació a raíz de la gran depresión económica de los años 30. Miles de desempleados lo utilizaron como salida a la penuria. Montados en bicicletas, con un butai y caramelos, se instalaban en un parque y con los yoshigi llamaban a los niños y niñas que ahí se encontraban; les contaban un kamishibai y aprovechaban la ocasión para vender caramelos. Como reclamo no solían acabar el cuento en una sola sesión para que al día siguiente los niños y niñas volvieran… y así, poder seguir vendiendo caramelos.

La técnica del kamishibai consistía y consiste en una colección de láminas de cartulina ilustradas, en cuya parte posterior está escrito el texto del cuento que se va a contar. Esta parte escrita sirve de ayuda y de guía para el cuentacuentos. Las láminas se insertan en un marco de madera, butai, que tiene apariencia de teatrillo.En su origen no tenía puertecillas, pero esas puertas ayudan a salvaguardar la magia del cuento, hace que los niños y las niñas estén expectantes ante lo que va a ocurrir. El cuentacuentos se convierte al abrir laspuertecillas del butai en un intermediario entre el mundo mágico del cuento y la realidad.

Durante la guerra el gobierno japonés lo utilizó como instrumento de propaganda y en la posguerra los desempleados lo volvieron a utilizar como anteriormente en la década de los años 30 como recurso para ganar dinero. En los parques de Japón se volvió a encontrar a personas con sus bicicletas, butais, kamishibais y caramelos.

Con la aparición de la televisión el kamishibai callejero desapareció. Sin embargo, en 1948 un grupo de docentes empezó a difundir el kamishibai como instrumento educativo, democrático y difusor de los valores de paz y respeto a los derechos humanos, tal como lo conocemos hoy en día.

Y con ese espíritu viajó en 2017 a los campamentos saharauis, aunque anteriormente ya se había hecho alguna sesión gracias a algún voluntario; ese año se programó una formación para las bibliotecarias y los bibliotecarios del proyecto Bubisher. Se les llevó la guía escrita por Noriko Matsui y traducida por Josu Jimenez Maia, se dieron una sesiones para entender cómo contar cuentos usando esta técnica japonesa y se donó kamishibais japoneses traducidos al castellano.

Al año siguiente se volvió a viajar a los campamentos, pero esta vez para hacer un taller de creación de kamishibais con los usuarios y usuarias de las bibliotecas de los campamentos. Dos de estas creaciones, Los tres Mohamed y Los cuchillos, se llevaron a Pamplona y en la Escuela de Arte de dicha ciudad los digitalizaron y los devolvieron a sus creadores a las bibliotecas del desierto.

De esta manera, el kamishibai se ha convertido en un instrumento para que la cultura oral saharaui, sus cuentos y leyendas se guarden y se difundan tanto en Navarra como en los propios campamentos. Esto se lo debemos agradecer al Bachiller de Arte del Instituto Iturrama, al escritor Xabier Susperregui y a la asociación Kabiak. Estos kamishibais que han creado el alumnado con ayuda del profesorado viaja posteriormente a las bibliotecas de los campamentos; el kamishibai se ha convertido en puente entre culturas.

A pesar de las nuevas tecnologías y la televisión, las bibliotecarias y bibliotecarios han comprobado la magia del kamishibai. Esta técnica atrapa a los niños y niñas y les hace viajar junto con los personajes de los cuentos a otros mundos y a otras épocas.

El kamishibai les ayuda no solo a aprender de forma lúdica el castellano sino también a gestionar sus emociones, más todavía en estos momentos de incertidumbre y penuria que viven en los campamentos.

Maite Ramos

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