La cultura es un derecho de todos los pueblos y un bien individual al que nadie tendría que renunciar por falta de medios.

La libertad no se puede entender sin cultura, por ello, dotar a cada persona de un nivel cultural adecuado garantiza su derecho a la libertad.

La interculturalidad favorece el respeto a todas las manifestaciones culturales y potencia
el respeto a las culturas propias de cada pueblo, cimientos sobre los que se construye una convivencia pacífica.

Cuanto más culta es una sociedad, menos manipulables son sus miembros y por lo tanto, más capaces de elegir su destino individual y colectivo.

Se adquiere cuando se despierta el deseo de aprender, de conocer las propias raíces, de ampliar el conocimiento del mundo, de hacerse preguntas sobre los aspectos esenciales de la existencia del hombre, de su historia común, de las peculiaridades de cada etnia, de cada civilización, de cada pueblo.

En definitiva, la cultura dignifica al hombre en tanto en cuanto le permite ascender por las escala del conocimiento, pensar por sí mismo y ampliar su horizonte intelectual.

Estos principios son los que mueven a la gente Bubisher, tanto aquí como en los campamentos, a no bajar la guardia, a seguir luchando. A  creer en un proyecto en el que los niños, como depositarios del futuro, son protagonistas; a ampliar el horizonte cultural de los hombres y mujeres que, a pesar de ser refugiados, creen en la libertad.