
Así empiezan las madrugadas saharauis, con un té con espuma, porque si no hay espuma, no es té.
El primero, amargo, expone toda la dureza del desierto, quizás sabe a viento, o a lluvia sin hogar.
El segundo, tierno, muy tierno, sabe a las caricias de los abuelos, a los panes de las madres; se parece a los ojos de los padres antes de marcharse…
El tercero dulce, muy dulce y simplemente sabe a Sahra, nuestra dulce tierra.
El cuarto sabe a esperanza, a esperanza de volver a nuestra tierra, con nuestras tiernas familias y amargos recuerdos del desierto. Es un brindis por los que se fueron, los que se irán, por ti, por mi y por un Sahra libre.
Se lava la «tabla» y a por otros cuatro tés espumosos; amargos,tiernos,dulces. Y siempre, siempre, con mucha esperanza.
Aziza Mrabih






