
Ahí mismo, o muy cerca, hace 49 años, las mujeres saharauis se rebelaron contra lo que parecía el destino: morir, y ver morir a sus hijos en el peor desierto del mundo, por las bombas marroquíes, por el calor, por el frío, por las enfermedades y el hambre. Ellas dijeron que no, se despojaron de sus mehlfas, esas mismas que ves en la foto, y con ellas levantaron las primeras jaimas, las primeras escuelas, los primeros hospitales. Y vencieron, y evitaron ese cruel destino. Ahora entre ellas y nosotros hemos levantado cinco preciosas bibliotecas, con frescos jardines, y son de nuevo ellas las que se enfrentan a otro hambre: el hambre de cultura. Y en el mismo campamento, medio siglo después, con las moringas y las adelfas casi fundidas con sus coloridas mehlfas, vuelven a tomar en sus manos el destino, para saciar ese hambre. Lo conseguirán, porque el destino está otra vez en las mejores manos.
Gonzalo Moure






