Días especiales los de finales de febrero en los campamentos. Días de conmemoraciones, carreras, gentes de muchos países navegando por el mar de piedras de la hamada. Días de reencuentros, de amigos nuevos. De fiesta. De libros y poetas.
Días de pequeños grandes momentos. Limam firmaba Ritos de jaima sobre el tapiz del exilio, y las palabras de sus poemas ya no estaban en el papel, se leían en los ojos de las madres saharauis, en las bocas de los niños, en el saludo a los visitantes:

“Salam aleikum”

“Y una mano se lleva al corazón
mientras el cielo alto y azul los contempla”

Dias en los que Ragueb, Kabara y Alghailani abrían a todos las puertas del Bubisher y se unían a la gran fiesta acompañados, cómo no, de los niños. Niños lectores, niños poetas, niños que disfrutan escuchando cuentos, llevando libros a sus jaimas, esperando cada día que a su escuela llegue el pájaro de las buenas noticias. Que Ragueb les haga pensar, que Kabara les anime a leer, que Alghailani les cuente una historia.

Dias especiales los de finales de febrero en los campamentos, sí. Volaban las palabras, se unían las voces de aliento a los corredores con los versos de un poema, con el ritmo de un cuento leído con pasión, con el susurro de la noche y con la algarabía de la mañana.
Y todas las gargantas y  todos los corazones amasaron, con acentos de lenguas muy distintas, una única palabra: LIBERTAD.