
Se dice, se cuenta, que cuando Miguel de Cervantes estuvo cautivo en Argel escribió un cuento de fin de año dedicado a los hijos de Hassan Bajá. Parece ser que mareado y devolviendo por la borda – agarrado a una cornamusa- se lo contó a un tripulante del barco que le llevaba de regreso a Denia, lamentando haberse dejado el cuento con las prisas del viaje. Y, además, dudaba si había sido una buena idea volver a la patria chica o haberse quedado en la patria grande que era Argel.
Por alguna razón -recordad que era muy imaginativo- tituló a aquel cuento “Bolsa de horas”. Nada se sabe de su contenido, pero sí que era un cuento de viajes porque algo comentó en el bajel de regreso.
Desde entonces mucha gente busca aquel cuento perdido. Y os aseguro que utilizan todos los sistemas que os podáis imaginar.
Hay algunos que lo buscan para venderlo y sacar mucho dinero y ponerlo en una vitrina en el museo del Louvre o en una urna rosa en el salón de baile que está construyendo Donald Trump en la casa Blanca.
Otros piensan que, como el cuento está escrito en español, pues…si se construyen muchos edificios para enseñar español por el mundo, alguien se lo encontrará algún día en algún mercadillo perdido y, como tendrá que venir a comprobar la letra del escritor, habrá de ir a uno de esos edificios que se llaman “Instituto Cervantes” y entonces los guardas le quitarán el cuento.
Han llamado a esa operación “Bolsa de Horas”, ahí tenéis la prueba que hemos descubierto. Y para ello han construido edificios en los cinco continentes y se han gastado muchísimo dinero.
Otros pensamos que pudo ocurrir de varias maneras. Cada uno puede pensar una.
¿Y si un nómada que iba a vender trufas del desierto (terfez) a Argel se lo encontró mientras se estaba ajustando la zapatilla y se lo llevó a los campamentos de refugiados de Tinduf?
Por eso llevamos allí muchos años buscando el cuento. Lo puedes comprobar en todas las fotos que ves en este boletín. Y a lo mejor el cuento ya no está en papel y en su versión original…porque como los saharauis tienen muy buena memoria son capaces de recordar los cuentos y contárselos a sus hijos y a sus nietos. Nosotros lo llamamos “Operación Bubisher”
Emilio Sánchez






