«La memoria de la tierra»

Noche bajo las estrellas. Esta vez, más literalmente que nunca. El Nido se va revelando poco a poco, aún entre montones de arena y adobes, entre sacos de cemento y tablazones, como un lugar dotado de un aura especial, un espacio para el debate, la reflexión, el cambio. Un miércoles más, Noche del Bubi en «La curva» el ágora diseñada por Clara y Roge, construí­da por las manos hábiles de todos los que están levantando este milagro de la hammada. Acudieron chicos y chicas del 27, los poetas Mohamidi, Chejdán y Luali, cooperantes españoles que andan tejiendo un programa con otro, un joven mejicano que viene de los territorios ocupados donde la gente saharaui, discriminada en su propia tierra, está enfermando porque no puede salir de casa por la persecución que sufre todo luchador. Vinieron también algunas de nuestras monitoras y voluntarias, e incluso una niña, Mahyuba. Más que nadie, Mahyuba, porque todo esto se está construyendo para ella, para su generación. Mahyuba, apenas doce años, habí­a estado ya en la misma Curva en la sesión que hicimos con dos clubes de lectura para escuchar los poemas de Luali y poder preguntarle dónde nacen los versos, como se ordenan sobre el papel. Después de leer uno de ellos, Luali les preguntó qué habí­an entendido. Mahyuba sijo que el poema, sobre la lluvia, hablaba «de la memoria de la tierra”. Por eso estaba, para que asistiera por vez primera a una sesión de jóvenes y adultos, para que se asomara a su propio futuro y tratara de soñarlo mejor.
Leí­mos el discurso completo de Federico Garcí­a Lorca en la inauguración de su la Biblioteca Pública de Fuentevaqueros, en 1932. En sus palabras, el poeta decí­a que seguramente era la única de toda la provincia de Granada. Por eso, y por su oración, «cuando un niño os pida pan, dadle medio pan y un libro entero» este discurso deberí­a ser nuestro programa. De sus palabras nació un rico, precioso debate. Incluso hasta cuando el joven mejicano lo puso en duda todo, diciendo que tal vez estamos haciendo, entre todos los cooperantes, una isla de bienestar en el exilio argelino, cuando deberí­amos centrarnos en el combate para liberar a los que sufren persecución, tortura y cárcel en los territorios ocupados. Muchos de los presentes, saharauis y españoles, diciendo por delante que esa lucha es más necesaria que nunca, replicamos que su discurso era imposible de entender por los niños y los jóvenes saharauis, y que la labor del Bubisher no es hacer caridad trayendo libros viejos, sino dotar de herramientas a los niños pí ra poder entender un discurso como el suyo. Es decir, saber leer, profundizar, crecer en cultura y libertad para poder decidir con conocimiento, con discernimiento.
No, el Bubisher no pretende hacer más cómodo el exilio, muy al contrario: el Bubisher quiere hacer incómoda la vida, porque entender la injusticia en toda su profunda complejidad, saberse parte de un mundo injusto en el que el exilio saharaui no es siquiera el más duro de los exilios, es incorporarse a la inquietud, a la angustia, a la decisión de sacrificar la comodidad y la indiferencia en aras del trabajo, el estudio, la solidaridad y la lucha diaria. Solo los niños capaces de entender un libro o un discurso complejo podrán soñar un futuro mejor, porque ellos son la memoria de la tierra, que no necesita sino un poco de la lluvia de la que hablaba Luali para que nazcan los brotes del mañana. Y ese camino, como todo camino, necesita un primer paso, un cuento sobre un ratón que almacena colores, rayos de sol y versos para el invierno, otro sobre un pez pequeño y raro que se convierte en el ojo de uno grande y fiero que haga frente al enemigo, el de un elefante hecho de retales de colores.
No venimos aquí­ para entretener, sino para provocar. Por eso los clubes son tan importantes, para que se teja constantemente el hilo del pasado con el del futuro. Hizo el propio Luali entonces una propuesta de asombrosa sencillez: incorporar a las tertulias de los clubes de lectura a madres y abuelas que hagan ante los niños lo que la televisión y el móvil destruyen dí­a a dí­a: contar cuentos. De animales, genios y brujas; de niños  sabios o tontos, de hombres serios y misteriosos. Tan obvio que no nos habí­amos dado cuenta: gracias, Luali, porque así­ se unirán en sus mentes los cuentos del pasado, la memoria de la tierra.
Poco a poco, recogimos las velas y nos asombramos en silencio por la belleza del cielo. Desde el banco de adobe de La Curva, se contempla el infinito en un cí­rculo que no está cerrado, que nunca lo ha estado y que nunca lo estará.

4 respuestas a «La memoria de la tierra»

  1. A mi la imagen me deja sin palabras. Además de dar sentido a todo el esfuerzo.

  2. Hermosa fotografí­a, refejo de una nueva noche mágica del Bubi en el Nido.
    Reflexionando en esta crónica que nos hace vivirla, siento al Bubisher como un proyecto liberador; revolucionario, dirí­a yo. Un proyecto que lleva a los campamentos los medios necesarios para que todos puedan acceder a la cultura, y a través de ella a la libertad. Y más que a nadie a los niños, para que no se resignen ni se acomoden a la única realidad que les es permitido vivir y conocer. Les da las herramientas para construir sus sueños en una esperanza de futuro.
    Que el Nido sea el Leyuad de los campamentos, un lugar mágico de conocimiento, de esperanza y de libertad. Trabajamos ilusionados para ello, allá y acá. Todos.

  3. Me parece que no es un biblioteca sino un lugar parecdio de La Agora griega donde los athinos ensenaban la filosofia y la democracia como practica de libertad tan al nivel politico como al nivel existencial. Y espero que los saharauis se aprovechen la oportunida para poder fundar una sociedad democratica que respete el conocimeinto como factor principal para cambiarla hacia el «bien» y «la virtud».

  4. Con ese cielo que es como contemplar el mundo con miles de ojos.Esa foto ,que parece salida de un cuento .Y después de leer esta entrada, estoy cada vez más convencida, que el camino para cambiar o combatir ,en cualquier sitio, es con la fuerza del conocimiento, la riqueza de un pueblo es su cultura, su educación.
    Qué mejor arma que los cuentos ,las historias, pues ellas engendran emociones,preguntas y nos ayudan a entender lo que nos rodea y a nosotros mismos.Nos trasmiten esperanzas y fuerzas. Los cuentos ponen en marcha nuestra vida interior, nos muestran la manera de salir, nos abren las puertas de la sabidurí­a y de nuestra propia dignidad.
    Y por lo que nos estais mostrando, con estas noches de encuentros y reflexión, esta biblioteca es más que un lugar de lectura, es un lugar donde se despierta el conocimiento.
    Es un lujo ayudar en este proyecto.

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