Después de haber jugado un buen rato con sus amigos, de haber perseguido con ellos a la Vanesa de los Cardos, la mariposa multicolor que revolotea entre las pocas flores del campamento, y de haber corrido y saltado y bailado todos juntos con los pies descalzos por la arena infinita del desierto, Malala ha cogido un libro de la biblioteca Bubisher y se ha sentado a leer en un rincón.
Se ha ido ella sola a leer para no estar sola. Malala sabe que cuando, después de jugar, todos sus amigos se marchan a sus casas, ella nunca se queda sola porque se sienta a leer para no estar sola. Abre el libro y a veces se concentra en mirar las ilustraciones y se imagina lo que puede decir el texto que aún no ha leído. Otras veces tapa las imágenes con su mano y lee las palabras que le traen a la mente la forma de un paisaje, los cambiantes colores del día y de la noche o el gesto de un personaje cuando ríe o llora. Le divierte menos leer y mirar las imágenes a la vez. No sabe por qué. Pero sí sabe que cuando lee sola en un rincón de la biblioteca Bubisher nunca está sola.
Marcelo Matas de Álvaro