LECTORES EN LÍNEA

Hubo un tiempo, cuando en los transportes públicos, en especial, en el metro y en trenes de cercanías, los pasajeros que en ellos se dirigían a sus lugares de trabajo o estudio, sentados en los asientos corridos, a los laterales del vagón, distraían el trayecto leyendo en papel -periódicos o libros en las manos. Transcurrido un tiempo, libros y periódicos dieron paso, en las manos, a los teléfonos móviles, en los que no se sabe si su portador, lee, juega, escucha música, repasa apuntes o manda y recibe mensajes. También es posible que lea periódicos digitales o, incluso, un libro, pues la oferta tiende al infinito. Salvo excepciones, la pantalla ha desplazado al papel en las manos de los viajeros del metro

La nueva foto de portada de este muro me ha traído a la memoria la imagen de esos usuarios de metro que leían, cada uno lo suyo, codo con codo. Con sus semejanzas y diferencias, más aparentes, claro. La primera semejanza, que salta a la vista, es que los lectores también están sentados en línea, a lo largo de un banco corrido, con la espalda apoyada. Y creo que aquí acaban las semejanzas. La primera diferencia también salta a la vista. Los lectores y móvilvidentes eran, sobre todo, adultos de distintas edades. En la foto, que me llevó a las otras, todos los niños, también de distintas edades, pero todos niños o niñas, que tienen, abiertos en sus manos, cuentos, seguramente con más ilustraciones que palabras, quizá sólo dibujos para colorear, y eso abre una diferencia de fondo. Los del metro leen lo que está escrito o escuchan lo que está grabado o juegan partidas con reglas establecidas y conocidas. Las niñas y niños de las bibliotecas Bubisher lo tienen más difícil, por más creativo. Tienen en sus manos, y ante sus ojos, una invitación a poner su cuento, a ponerle los colores con los que los quiere ver, a escribir en su imaginación lo que todavía no pueden escribir en una hoja de papel, o sí. Pero sí pueden decirlas, con un derroche de fantasía, en una suerte de relato oral, trasunto infantil de la cultura ancestral de su pueblo. Ninguna lectura es pasiva, pero unas son más activas que otras.

Sí, en las dos fotos los protagonistas leen en línea, pero sólo los de una ponen rumbo a un destino, cuyo trayecto lo trazan con la imaginación. Sin moverse del sitio.

 

Fernando Llorente

 

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