Ahora que ha llegado el verano infernal a la hammada, ahora que viven con el termómetro por encima de los 40 grados por el día y de los 30 por la noche, ahora que sufren el siroco y las tormentas de arena, ahora que sufren las secuelas de una alimentación escasa e incompleta más que nunca, ahora las bibliotecas del Bubisher les han hablado de la salud. Y ellos se lo han tomado en serio, muy en serio. Han escuchado, se han hecho conscientes, han contado a todos lo que sufre su salud, y sobre todo la de sus mayores. Se han hecho más conscientes, más maduros. Han experimentado, han practicado, y en cada práctica y en cada experimento se han acercado un poco más a su consciencia. Porque una biblioteca no es, o no debe ser, un simple almacén de libros. Porque los libros nos hablan de nosotros mismos, de ellos mismos, tanto como el dibujo de un corazón o unos pulmones. Y no relacionarlos con ese todo de cada ser humano que representan los libros es sembrar en el aire.