Nací en un campo de refugiados . Mis padres también. Mis abuelos y abuelas me contaron la terrible historia de su exilio. Su esperanza de regresar a su tierra es la herencia que me dejaron, que nos dejaron a todos los que no hemos conocido más tierra que esta hamada prestada. Y es esa esperanza que nos transmitieron la que nos mantiene fuertes, a pesar de ese muro de silencio al que nos tienen sometidos los organismos internacionales, los medios de comunicación más potentes y todos aquellos doblegados por la tiranía del mayor mal del mundo, el dinero, detrás del cual no solo está el invasor de nuestra tierra.
Soy uno de los millones de refugiados del mundo, mujeres, hombres, niños y niñas que buscamos y esperamos vivir en libertad y en paz en nuestra patria, que deseamos construir nuestro futuro sin imposiciones ni vasallajes.
Nosotros, los saharauis, seguiremos luchando por ello.